El Celeste Imperio fue un lugar que existió hace ya mucho tiempo. Había allí ricas sedas y delicadas porcelanas importadas de la China, y maderas labradas de olores penetrantes que recordaban los días de plenitud de la otrora opulenta Bian liang, la corte que gobernaba el país del medio en tiempos de la dinastía Song. El interior del lugar era oscuro y misterioso, como ese jardín subterráneo que albergaba la lámpara maravillosa de Aladino. Tienda antigua de barrio antiguo, sueños lejanos que alegraban el trayecto urbano de todos los días.

El Celeste Imperio desapareció hace ya muchos años, y el paso del tiempo es inexorable, aunque, dicen que las cosas no desaparecen del todo si las recordamos. El recuerdo, la memoria, el ámbito de las ideas y de la imaginación, de filosofías, historias y tramas, tan inmenso como las estepas del Asia Central. El largo viaje a la China milenaria que tanto ofreció al mundo en sus buenos tiempos, con sus inventos, sus ciencias y sus escuelas de pensamiento.

El Celeste Imperio vive allí ahora en las regiones de la historia y las historias. Su entrada es la misma que menciona el Viejo Maestro al principio del Dao De Jing, la puerta de la hembra misteriosa, el umbral que nos lleva a los innumerables recodos de la mente, filosofías e historias que en el tiempo que nos sea dado, irán añadiendo nuevas habitaciones, unas claras, otras oscuras, a este espacio virtual. Continuará…