Deletreando el chino

Aventuras y desventuras de un hombre humilde que hizo cosas muy grandes

 

El 14 de enero de 2017 murió un hombre de ciento once años y un día. Se llamaba Zhou Youguang (el apellido Zhou, que siempre va delante del nombre, se pronuncia jou, con j de John). La noticia pasó desapercibida, no salió en muchas teles, no fue trending topic en los foros de internet, no se espera que ningún alto mandatario asista a su funeral y, sin embargo, Zhou Youguang, economista, banquero, sinólogo y lingüista, fue uno de esos hombres que realmente cambian la historia.

Zhou Youguang había nacido el 13 de enero de 1906, en la provincia de Jiangsu. En 1923, el joven Zhou acabó el bachillerato con matrícula y se disponía a estudiar economía y cursos de lingüística en la universidad de St. John de Shang`haiv. Pero,  como su familia era pobre, a punto estuvo de no poder ir si no hubiera sido por un donativo de 200 yuanes que le hicieron amigos y parientes, 200 yuanes que, entonces no se sabía, cambiarían el mundo. Cuando el 30 de mayo de 1925, Chiang Kai-shek inició su cruzada anticomunista en Shang`haiv, Zhou fue transferido a la universidad de Guangzhu y allí pudo graduarse en economía en 1927. Nuestro hombre se casó en 1931 y se fue a la universidad de Kyoto, Japón, para estudiar con el profesor marxista Hajime Kawakami pero en 1933 tuvo que cambiar de planes porque el partido comunista fue ilegalizado y el profesor arrestado. Aquellos eran tiempos convulsos. En 1937 estalló la guerra chino-japonesa y Zhou volvió a Shang`haiv pies para que os quiero. Trabajó en el Sinhua Bank y, después, en el Ministerio de Economía del gobierno nacionalista en Chóngqìng (se pronuncia Chóngchìng) en la Oficina de Política Agraria. Con la derrota de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, Zhou fue a Londres y a Nueva York y, en 1949, volvió a China lleno de esperanza por el nacimiento de la República Popular.

Zhou Youguang en los años 20.

La larga marcha a la romanización

Pero lo que haría especial a Zhou Youguang no fue ni la economía ni su carrera de banquero. En 1955, el gobierno de Mao Zedong lo puso al frente de un comité para la reforma de la lengua china con el objetivo de aumentar el grado de alfabetización de la población. El problema del chino es que no es un idioma alfabético sino ideográfico, es decir, que no hay relación entre lo que se escribe y lo que suena y, lo que es mucho más grave, que para escribir el chino no basta con aprenderse las 28 letras del alfabeto sino que hay que memorizar palabra por palabra. Los caracteres escritos del chino no representan sonidos sino significados, logos, ideas. Estos caracteres, las palabras escritas, se pueden agrupar por radicales, que son trazos o rayitas simples que forman parte del conjunto de trazos que forman todo el carácter y que tienen significados básicos como persona, agua, vegetal o agujero. Algunos caracteres también llevan insertados algún símbolo con cierta correspondencia fonética, como la sílaba ma, pero nada de eso nos salva de la mayor. A fin de cuentas, para escribir como un chino normal habremos de aprender de memoria unos 3.000 caracteres diferentes, cosa que es algo más difícil que saberse la grafía de nuestras 28 letras. La cosa no acaba ahí ya que, si queremos expresarnos de forma  culta, necesitaremos aprender 8.000 caracteres diferentes y, si vamos para eruditos, nos enfrentaremos a la ardua tarea de tener que conocer 28.000, que curiosamente son mil caracteres por cada letra de nuestro querido alfabeto. A esta dificultad milenaria se le añaden la guerra y la miseria y el resultado es que cuatro de cada cinco chinos eran analfabetos en 1950.

El comité de Zhou Youguang tenía que idear un sistema de romanización de la lengua china, esto es, poner los sonidos del chino en letras como las nuestras. Evidentemente no fueron los primeros que se lo propusieron, ni mucho menos. La romanización del chino tiene una larga historia. Entre los occidentales, el primer intento fue el de los jesuitas Mateo Ricci y Michele Ruggieri, que se pasaron el quinquenio 1583-1588 trabajando en un diccionario chino-portugués. Por esos azares de la vida, el manuscrito original se perdió entre los archivos de Roma y no se volvió a encontrar hasta 1934. Muy mala suerte. En 1626, Nicolas Trigault, otro jesuita, escribió una “Ayuda a los Ojos y Oídos de los Literatos del Oeste” y, en 1692, Francesco Vara escribió el “Vocabulario de Lengua Mandarina”. El mejor sistema occidental, referencia para los sinólogos de la primera mitad del siglo XX,  fue el Wade-Giles, preparado por el diplomático británico Thomas Wade en 1859 y revisado y mejorado por Herbert Giles, de ahí su nombre. La otra referencia occidental es el sistema Yale, aparecido en 1943 como encargo del gobierno de Roosevelt para mejorar la comunicación entre los militares americanos y sus aliados chinos en la guerra contra Japón. Evidentemente, los propios chinos también habían hecho sus intentos. El primero fue el Guoyeu Romatzyh, obra de los eruditos Zhuo Yuanren, Lin Yutang y Qian Xuantang. Después llegó el Latin Xua Sin Wenz de los comunistas chinos en la URSS de Stalin, incluyendo al célebre escritor Lu Xun. Otro intento es el BoPoMoFo de Taiwán, que no utiliza las letras occidentales.

 

El pinyin

El 10 de enero de 1958, Zhou Enlai declaró que tras tres años intentando crear un alfabeto no latino sin resultados satisfactorios, se adoptaría la alfabetización latina con el método hànyuv pinyin  (que en chino significa sonidos deletreados de la lengua china). “En el futuro utilizaremos el alfabeto latín para la alfabetización de las palabras chinas”.

La gracia del pinyin  es su simplicidad, el hacer fácil lo difícil (o lo imposible, si se piensa en lo que es escribir chino en el ordenador o en una máquina de escribir). Del sabio Confucio, que vivió hace 2.500 años, se dice que afirmaba ser capaz de explicar el concepto más complicado al más lego de los seres. Los hay que consideran que el saber y la cultura están sólo al alcance de las mentes privilegiadas, los escogidos, los egregios, los pioneros. Hay que deducir que los que hacen estas aseveraciones siempre se incluyen a sí mismos entre estos escogidos ya que, si no formasen parte de esta élite que entiende el arte y la sabiduría, ¿cómo sabrían entonces los requisitos necesarios que se necesitan para entenderlos? Confucio pensaba que esto no es así. Él creía que, con las oportunidades adecuadas, los muchos pueden aprender mucho y, afortunadamente, el financiero  Zhou le hizo caso.

Zhou Youguang en 1947.

Una primera dificultad de alfabetizar el chino es que los chinos hablan cantando, es decir, utilizan cuatro tonos. El pinyin y el Yale los representa con marcas diacríticas: – ’ v ` . El Wade-Giles con 1,2,3, y 4 y el Guoyeu Romatzyh añade terminaciones h, er, o cambia  u por w.  De forma intuitiva, el primer tono (-, a veces se omite esta tilde) es el de la pregunta implorante. Cuando has de decirle a un jefe malhumorado que… ¡horror! ¡No tengo el informe para hoy! Entras en el despacho contrito y, con voz que tiembla, preguntando, medio implorando, dices: “lo puedo presentar… mañana?”. Ese “na” de mañana es el primer tono. El segundo tono (‘) es el la insistencia. Un señor nos explica sus hazañas de juventud  y vemos vamos a perder el metro. ¿Te crees que yo hice todo eso tan increíble? Sí, sí. ¿Seguro? Siií. Mira que fue algo muy meritorio, ¿eh? ¿Seguro que lo has entendido bien? Siiií. Siiií. El segundo tono también es como reconocer una culpabilidad: sí, he sido yo. ¡Reconócelo! Siiií, siiií, fui yo. El tercer tono (v) se aplica a cuando alguien muy pesado hace una aseveración redundante. Sentados, medio dormidos, nos importa un pepino lo que ese está diciendo, y, sin prisa, resignados, asentimos pesadamente con la cabeza y decimos: YAaaAH, YAaaAH. El cuatro tono (`) es cuando a ese pesado le decimos adiós, justo antes de dar un portazo. Los tonos de pinyin son primero y primero, y pinyin se pone pinyin.

 

La segunda dificultad es que el chino tiene 36 sonidos básicos, no le basta con los 28 de nuestro alfabeto. Así, los sonidos ch y j (como en John) se desdoblan cada uno en dos, palatal y labial. Para solucionar esto, el pinyin pronuncia algunas de nuestras letras de una forma sui generis, y si no conocemos esa pronunciación sui generis, vienen los errores de bulto que hacen que parezca difícil. Sin embargo, solo con cuatro reglas, sólo cuatro, evitaremos los pufos de bulto. La primera regla es la c. En pinyin la escritura c suena como ts (Cáo Cao, el malo de la película Acantilado Rojo, se pronuncia Tsáotsao y no Kaokao). La segunda es la ch y q. En pinyin  la ch suena ch palatal, y la letra q se pronuncia como ch labial (así, la dinastía Qín se pronuncia Chín, ch labial, no Kin). La tercera excepción es que la j (de John) palatal se escribe Zh (China en chino es ZhongGuov  y suena Jonguov). La cuarta regla es que ui se pronuncia uei (Anhui, la provincia que es la patria del té chino Keemun, suena Anhuei, con h de Hans). El resultado todo esto es la simplicidad. El cáo cao es más simple que el ts’ao2 ts’ao1 del Wade-Giles, escribir Sìchuan más simple que Szechwan, Guovyuv Luomazi más que Guoyeu Romatzyh y Laovziv más que Lao3Tzu3. Esta simplicidad hizo que incluso Taiwan, la “provincia rebelde”, acabase adoptando el pinyin en sustitución de su querido BoPoMoFo.

Pero simplicidad no es saber menos y peor. Poner el saber al alcance del pueblo no implica que el saber deba adulterarse o devaluarse. Se trata de elevar el saber del pueblo, no de confundirnos todos en la ciénaga. En los años veinte, los comunistas chinos en Rusia, con la colaboración de escritores famosos como Lu Xun, propusieron el sistema Sin weiz. Tan sencillo quería ser el montaje que eliminaba los cuatro tonos, la x y h se escribían igual, y también querían eliminar la escritura ideográfica. Esto no puede ser porque hay demasiadas palabras que suenan igual y que tienen distinto significado y, evidentemente, distinta escritura en ideogramas. Este simplificar a costa de lo que sea tendría consecuencias ominosas pues decir flor y gorda se escribirían igual.

Zhou Youguang en 2012.

La esperanza bajo el Laodong

La Revolución Cultural instigada por Mao fue un ataque contra todo aquel que tuviera conocimientos suficientes para enseñar. Zhou Youvguang entraba dentro de este grupo criminal cuyo crimen era saber de algo y, por precaución, fue enviado a reeducarse por el trabajo (láodòng jiàoyǎng). Como las jornadas eran de doce horas diarias o más y las condiciones sanitarias deficientes, esta reeducación se llevó por delante a muchos de sus involuntarios alumnos. Zhou Youvguang llegó al campo de trabajo con más de 60 años pero, por arte de magia, sobrevivió a muchos compañeros, él diría que el optimismo era lo que lo mantuvo vivo. Con la muerte de Mao, Zhou Youvguang fue liberado de aprender por el trabajo y se le dio una plaza de profesor universitario. Desde entonces publicó libros de historia del lenguaje y defendió la idea de que las reformas económicas deberían i r acompañadas de esfuerzos democratizadores. Su posición ante los sucesos de la plaza Tianamen en 1989 tampoco le granjeó muchas simpatías gubernamentales.

Así murió en silencio nuestro hombre, el padre un sistema que ha ayudado entender el chino a miles de millones de seres humanos. Pocos jefes de estado alcanzarán nunca la influencia que tuvo Zhou Youvguang, aunque él, en reconocimiento a los anteriores intentos de romanización de chino, decía: “yo no soy el padre del pinyin, sino el hijo del pinyin”.